Sermon: “Una nueva alianza: Esperanza para los inmigrantes”

Protestors Rally For Immigration Reform At Nation's Capitol(Predicado a la iglesia Todos los Santos el 20 de octubre, 2013)

Textos:

Jeremías 31:27-34
Lucas 18:1-8

Mis amigos y amigas en Jesucristo,

Hay momentos en la historia en que la justicia parece romper el largo período de opresión en la historia de un pueblo. Este pasaje del libro de Jeremías se refiere a ese momento en la historia de los judíos. Los hijos de Judá fueron enviados al exilio por el rey Nabucodonosor durante casi sesenta años. Cerca del final de su cautiverio, Dios envía un mensaje a ellos a través del profeta Jeremías. Él promete que los judíos regresarán a su casa en Jerusalén. Y también promete un nuevo pacto. Es una de las citas más famosas de Jeremías: “Vendrá un día en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá.”

Esta nueva alianza es tanto espiritual como práctica. Prácticamente, Dios va a inspirar a Ciro, rey de Persia, para liberar a los judíos y dejarlos regresar a Judá. Espiritualmente, Dios va a poner su ley en los corazones y las mentes de su pueblo elegido. Ya no es necesario instruir a la gente sobre la ley de Dios, porque Dios va a escribir su ley en sus propios cuerpos. Se inscribe genéticamente.

Y entonces me pregunto: si nosotros también somos el pueblo de Dios, ¿acaso la ley de Dios está escrita también en nuestros propios corazones y mentes? El Nuevo Testamento de los cristianos dice que sí. A principios de la carta de Pablo a los Romanos, Pablo escribe: “Lo que de Dios se puede conocer, ellos lo conocen muy bien, porque él mismo se lo ha mostrado.”

Es decir que hemos sido creados con un conocimiento perfecto de Dios. Sin embargo, un conocimiento perfecto de Dios significaría una perfecta comprensión de la ley de Dios. Un perfecto conocimiento de Dios significaría una perfecta comprensión del amor de Dios. Esto es porque en la mente de Dios, la ley y el amor son lo mismo.

Por desgracia, la ley y el amor no son lo mismo en nuestro mundo. Esto se hace evidente en la parábola que Jesús dice a los discípulos sobre el juez injusto. Si una persona comprometida con la defensa de la justicia es en sí mismo injusto, ¿cómo podemos decir que la ley de Dios está escrita en su corazón y en su mente? El punto fundamental de la parábola de Jesús es, en efecto, que Dios es mucho más justo que los jueces de la tierra.

Y la diferencia entre Dios y la humanidad es más grande que eso. No sólo tenemos jueces injustos en nuestro mundo, pero también tenemos  leyes injustas en nuestro mundo. Esto es especialmente evidente para mí en la vida de los inmigrantes en los Estados Unidos.

Hay 11.5 millones de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos. 2,83 millones de los indocumentados han residido en California en el 2011. Este número representa alrededor del 24 por ciento de la población de inmigrantes indocumentados estimados en los Estados Unidos.

En mi vida en California, el problema de las fronteras y la inmigración ilegal ha sido siempre evidente. He escuchado las historias de los inmigrantes que llegaron aquí por trabajo o para estar con la familia. He visto a los trabajadores indocumentados que se alinean en las calles principales de las ciudades elegantes de Silicón Valley temprano por la mañana. Esperando que alguien los recoja para un día de trabajo. He visto también cuando estos trabajadores se dispersan al momento de llegar la policía.

Cuando mi hija estaba en una escuela de inmersión bilingüe, conocí a muchas familias de inmigrantes que llegaron a California por la misma razón que mis abuelos italianos llegaron a California. Querían mejores puestos de trabajo y una vida mejor para sus hijos. Para mí, no importaba si estaban documentados o indocumentados. Legal o ilegal.

Pero pronto aprendí a  prestar atención a la situación documentada de los otros padres en la escuela. Algunos padres me pidieron referencias para que pudieran permanecer en los Estados Unidos. Y algunos padres desaparecieron. Cuando les pregunté qué había pasado, me dieron una respuesta breve: “Indocumentado.” Ellos desaparecen como fantasmas.

En las noticias recientemente, vi algo que me rompió el corazón aún más. En Arizona, las personas simpatizantes esconden grandes botellas de agua en el desierto para los indocumentados que cruzan la frontera. La policía, los agentes fronterizos, recogen las botellas y derraman el agua. Es inhumano.

También he oído hablar de los soñadores, un grupo de estudiantes que han vivido en los Estados Unidos casi toda sus vidas, y sin embargo, todavía son indocumentados. Hace unas semanas, cruzaron la frontera hacia México para protestar y luego trataron de caminar de regreso a los Estados Unidos sin papeles. Fueron detenidos. Algunos de los adolescentes fueron puestos en confinamiento solitario. Fue inhumano.

¿Somos realmente un pueblo de Dios? ¿Somos realmente una nación bajo Dios? Porque si lo somos, tenemos que preguntarnos si las leyes de inmigración de nuestra tierra reflejan la ley del amor que Dios ha implantado en nosotros. Yo creo que no.

Yo no creo que la ley de amor de Dios sea para crear fronteras rígidas entre los pueblos y las naciones. Yo no creo que la ley de amor de Dios sea para separar a los padres de sus niños. Y estoy absolutamente segura de que Dios nos llama a dar agua a los que caminan en el desierto, no a derramar su fuente de vida.

Nuestros amigos y vecinos de América Latina han estado vagando por el desierto durante décadas. En el caso de California, la tierra pertenecía a los otros pueblos antes de los europeo-americanos. Se podría decir que los mexicanos fueron enviados al exilio en el siglo XIX (diecinueve).

Como he dicho antes, hay momentos en la historia de un pueblo en el que la justicia finalmente se abre paso. En todo Estados Unidos, las personas están marchando en protesta por la reforma migratoria. Hace dos semanas, Francisco García y yo asistimos a una marcha de dos mil personas en Los Angeles. Hubieron marchas en 41 grandes ciudades de todo el país. El presidente Obama dio un discurso esta semana, llamando al Congreso a trabajar juntos en reformar las leyes de inmigración.

Yo creo, yo espero, que el momento de la liberación es ahora.

Pero esta transformación no puede ocurrir sin nuestros esfuerzos. Hemos llegado a este momento de la historia, debido a los esfuerzos de muchas personas de fe que han protestado en el pasado. Hemos llegado a este momento debido a la labor de los legisladores y los organizadores en los últimos cincuenta años. Han trabajado por cambios en las leyes.

Y hemos visto que los cambios comienzan a suceder. Sólo este mes, nuestro gobernador Jerry Brown firmó una ley que permite a los indocumentados obtener licencias de conducir. Ahora no pueden ser deportados por conducir sin licencia.

Ésta es solo una muestra de que los esfuerzos persistentes durante las últimas décadas finalmente están dando resultados. Al igual que la viuda persistente en nuestro Evangelio, nuestras madres solteras han marchado para reunirse con sus maridos deportados. Al igual que la viuda persistente, hemos rogado a Dios por ayuda constantemente. No nos hemos rendido.

El Dios que escribe su ley en nuestros corazones y nuestras mentes nos ha traído a este momento de la historia. Jesús dice: “¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora.” Sus siguientes palabras son curiosas. Él nos pregunta, “No obstante, cuando venga el Escogido, ¿encontrará fe en la tierra?”

¿Por qué Jesús nos pregunta eso? Como persona de fe, me gustaría responderle de esta manera: “¡Por supuesto, usted encontrará fe en la tierra!”

Pero su pregunta me hace pensar. Si Jesús viniera a esta comunidad de fe hoy, ¿hallaría fe? ¿Y qué quiere decir Jesús cuando dice la palabra “fe”? Sospecho que él quiere que nos preguntemos si nuestras acciones reflejan la ley del amor de Dios. ¿Hemos creado las fronteras de nuestra iglesia para mantener a la gente fuera de la iglesia? ¿Acaso nuestra comunidad de fe incluye muchos de los inmigrantes en Pasadena y Los Angeles?

Cuando miro a mi nueva iglesia, veo los esfuerzos que hemos hecho para invitar a la gente de nuestra comunidad y proporcionarles recursos importantes como la asistencia legal. Nuestra fiesta del fin de semana pasado fue un ejemplo perfecto de ello.

Cuando la gente empiece a confiar en nosotros como un lugar que refleja la ley del amor de Dios, ellos vendrán. Tal vez sólo algunos al principio, pero luego serán más. Ellos buscarán las aguas del amor cristiano para los que han estado sedientos por tanto tiempo.

Cuando ellos vengan, debemos abrir nuestras fronteras y ampliar esta comunidad para que realmente refleje la diversidad cultural y económica de Pasadena. Este crecimiento nos va a cambiar. Creo que nos va a cambiar para reflejar mejor la ley de Dios.

El momento es ahora.

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