Vivimos en una época en la que parece absurdo creer en los milagros. Vivimos en una época científica en la que se encuentra la verdad sólo en hechos verificables y reproducibles. En este tipo de época, proclamar el nacimiento virginal de Jesús parece casi irracional. ¿Cómo es posible un nacimiento virginal?
Muchas personas de hoy no pueden concebir cómo sucedió, porque tratan de entender a través de las lentes de la ciencia y la historia. Cuando leí comentarios largos sobre este pasaje de autores como Ulrich Luz de Alemania, me dicen que no hay ninguna base histórica para el nacimiento virginal de Jesucristo. ¡Qué sorpresa! No hay ninguna base histórica o científica para muchas creencias religiosas. ¿Necesitamos cientos de páginas de comentario bíblico para decirnos eso?
Sin embargo, hay una base histórica muy importante para nuestras creencias cristianas. Es simplemente esta: el nacimiento, ministerio, muerte y resurrección de Jesús provocó un movimiento que ha durado más de dos mil años. En esos dos mil años, muchos santos han experimentado una intimidad con Cristo y la Virgen María. Se han identificado con ellos, los han imitado, y han experimentado visiones de ellos.
Un ejemplo obvio de eso es la historia de Juan Diego y la aparición de la Virgen de Guadalupe en México. Su visión y su encuentro con el obispo para contar su historia inspiró a los indios de México a reconocer su valor ante los ojos de Dios. La aparición de la Virgen fue una inspiración que seguimos conmemorando en nuestros tiempos.
Estos fenómenos podrían ser llamados delirios. Si eso es cierto, ¿cómo se explica el bienestar mental y espiritual de los cristianos, de los santos, durante dos mil años? ¿Cómo se explica la resistencia del cristianismo?
No se puede explicar o examinar la vida de fe sólo con nuestras mentes. La existencia de Dios no puede ser probada a través de métodos científicos o históricos, ni tampoco los milagros como el nacimiento virginal de Jesucristo. Hay en otras culturas antiguas las historias de hombres divinos o mujeres divinas que tuvieron padres divinos y madres humanas. Para algunas personas, la existencia de estas otras historias podría hacer que la historia del nacimiento de Jesús parece fantasía.
Pero hay una diferencia fundamental en la fe cristiana: el bebé Jesús después afirmará que él es Dios, unido completamente con Dios, y también lo harán sus discípulos. Y hay otra diferencia grande entre el cristianismo y otras religiones: fundamentalmente nuestra fe es una religión de los milagros. No sólo el nacimiento y la resurrección de Jesús, sino también sus muchos actos de sanación acentúan las bases milagrosas del cristianismo.
Esto no quiere decir que se deba creer absolutamente en los milagros para seguir a Jesús. Muchas personas siguen las enseñanzas de Jesús sin creer en milagros. Sin embargo, la fe en los milagros del cristianismo nos anima a renunciar a nuestro intento de controlar todo el conocimiento con nuestras mentes. Nos libera de la ilusión de que podríamos entender todo lo que está en los cielos y en la tierra con nuestras mentes.
Cuando bendigo la congregación al final de la misa, oro para que Dios guarde sus corazones y mentes en el conocimiento y amor de Dios y Jesucristo. La frase se refiere tanto a la mente como al corazón. Necesitamos a ambos en nuestra vida de fe: mente y corazón. Nuestros espíritus viajan a lo largo de las fronteras de nuestros corazones y nuestras mentes. Nuestros espíritus se basan en los dos.
Cuando nuestro corazón se tambalea y no puede creer, la mente comienza a trabajar, en busca de signos que nos ayuden a creer. Eso es lo que el obispo requiere con el fin de creer la historia de Juan Diego de la Virgen de Guadalupe. Él obispo dice: “Dile que necesito una señal.”
En nuestra lectura de hoy del libro de Isaías , es irónico que Acaz se niega a pedir una señal de Dios. Él se niega, incluso después de que Dios le dice: “Pide para ti una señal del Señor tu Dios.” Dios le da una señal de todas formas. ¿Y cuál es esta señal? “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.” Parece que necesitamos milagros para saber con nuestras mentes cuándo Dios está con nosotros. Necesitamos experiencias aparentemente imposibles de discernir cuando lo sobrenatural, lo divino está actuando en nuestras vidas.
Estos milagros confunden nuestras mentes, así que nos vemos obligados a consultar con nuestros corazones. Y en ese momento en el que nuestros corazones deben hablar con nuestras mentes, nos encontramos con el espíritu. Creo con toda mi mente y el corazón y el alma que Dios nos esté dando la señal más grande de todas en el nacimiento milagroso de Jesús. Jesús es Emmanuel, Dios con nosotros. Su nacimiento es mucho más dramático que la aparición milagrosa de rosas rojas en el manto de Juan Diego.
Y, sin embargo, al mismo tiempo, sucede de forma tan natural. De hecho, ocurre de una manera tan natural que el padre de Jesús, José, cree que su joven novia le ha traicionado. Él tiene el problema muy realista y práctico de una novia adolescente que quedó embarazada antes de que él se acostara con ella. Y este embarazo ocurre en un período histórico en el que una mujer podía ser ejecutada por quedar embarazada fuera del matrimonio. Afortunadamente, José experimenta a sí mismo un pequeño milagro: un ángel le habla en sueños y le dice qué hacer. Ese tipo de milagro es mucho más aceptable para muchas personas. Conozco a mucha gente que dice: “Dios me habla en sueños.” Y nadie los pone en duda.
De manera similar, las personas experimentan a Dios quien les habla a través de eventos que parecen ser coincidencias. Por ejemplo, si me pregunto lo que Dios quiere que yo haga, y tres o más personas no relacionadas me dicen lo mismo acerca de mi próximo paso, creo que Dios me está hablando a través de esas personas.
Aquí, en la iglesia, cuando estamos reunidos para discutir proyectos, la misma cosa ocurre a veces: varias personas han escuchado o leído sobre la misma idea al mismo tiempo. Y nos reímos y decimos: “Ese es el Espíritu Santo!” Creemos que Dios nos ha dado una señal. Nuestras mentes han escuchado las ideas. Nuestros corazones nos han estimulado a reír con reconocimiento. Y nuestros espíritus han bailado entre los dos, discerniendo la presencia de Dios con deleite. Es un milagro – un pequeño milagro
Tenemos la sensación de la presencia de Dios en tales circunstancias sencillas, con tanta alegría y el reconocimiento de que Dios nos ha visitado. Imagínense cuánto más gozo podemos experimentar en el milagro más grande de todos: la aparición de Dios en medio de nosotros.
Requiere una sencillez y apertura de espíritu para apreciar los milagros en medio de una circunstancia típica como el embarazo. Es por ello que los ángeles hablan a la chica adolescente María y al carpintero José. Es por ello que los ángeles anuncian el nacimiento de Jesús primero a los pastores. Es por esto que la Virgen María se aparece a los niños pequeños, a un hombre indio y pobre en México, a las monjas desconocidas. El nacimiento virginal de Jesús es un signo de Dios en el que debemos dejar de lado nuestra necesidad de entender todo sólo con nuestras mentes. La fe nos obliga a admitir que no entendemos todo. Nos obliga a someternos al gran misterio de Dios, incluso en las circunstancias más simples y ordinarias. En el pan. En el vino. En el embarazo.
Cuando abandonamos el intento de comprender todo con nuestras mentes, y cuando tratamos de entender con nuestros corazones, logramos un conocimiento más profundo de Dios. Un conocimiento sin límites por el intelecto humano. Más allá de esos límites, el Espíritu nos habla. Y Dios está verdaderamente con nosotros.